INTRODUCCIÓN
El
presente estudio supone un intento de acercamiento a algunas producciones
locales de las localidades albaceteñas de la Manchuela en el periodo final
del antiguo régimen, que preludia los rasgos característicos de la comarca
durante los dos siglos posteriores y que aún hoy en día definen la geografía
humana y el paisaje natural de los pueblos y aldeas del noreste albaceteño.
Es
necesario subrayar el carácter introductorio del estudio, que constituye una
aproximación desde la que establecer los parámetros generales bajo los que
se rigen las cuatro producciones estudiadas. Para ello se ha tomado como
fuente de base la monumental compilación de datos contenida en los distintos
libros de respuestas generales del Catastro del Marqués de la Ensenada
(1749-53), complementado con otras fuentes como las famosas Relaciones
Geográfico-Históricas de Tomás López, cuyos informes sobre localidades de
Albacete han sido magníficamente publicados por José Cano Valero y Rodríguez
de la Torre; con ocasionales incursiones sobre otras fuentes complementarias
entre las que brillan las ordenanzas de Jorquera de 1721, publicadas por
José Manuel Almendros Toledo.
Si las
fuentes mencionadas, por si solas ofrecen una adecuada visión global, hay
que destacar de nuevo que no agotan el tema. Sin ir más lejos, sería
ineludible en un estudio en profundidad la consulta a los libros de
relaciones del propio Catastro del Marqués de la Ensenada, para corregir y
complementar los contenidos de las respuestas generales; así como también
sería ineludible efectuar un rastreo a través de los libros de acuerdos
municipales de las distintas villas. Este estudio pormenorizado nos
permitiría abordar cuestiones que, por razón de su carácter introductorio,
no han sido abordadas en este trabajo pero que son inexcusables en un
estudio detallado sobre las actividades comerciales como son temas tales
como el estatus y posición social del comerciante, las formas y regimenes de
propiedad, el impacto de la actividad comercial o productora en la economía
local y comarcal o las redes de abastecimiento y transporte, temas estos que
solo pueden ser esbozados a través de las fuentes aquí utilizadas.
Aunque
las producciones preindustriales en las localidades albaceteñas de la
Manchuela no pueden resumirse en estas cuatro, hemos tomado cuatro
producciones peculiares, agrupadas bajo el denominador común de que todas
emplean procedimientos de cocción para su desarrollo. Se trata además en
algún caso de actividades productivas peculiares y casi olvidadas por la
población local, como el de la miera de enebro; casi perdidas o
desarrolladas de forma clandestina, como es el caso de la destilación de
aguardiente; fundamentales en su tiempo, como el horneado de pan en los
totalmente perdidos hornos públicos o plenamente vigentes y desarrolladas en
el ámbito doméstico aún hoy en día, como es la jabonería. Por todo ello,
estas cuatro industrias representan un buen punto de partida para iniciar
los estudios sobre la industria y el comercio en la Manchuela a lo largo de
la historia.
LA INDUSTRIA DE LA MIERA
Recibe
el nombre de miera la sustancia obtenida de la destilación de la raíz del
enebro, denominado en algunas partes “enebro de la miera” (juniperus
oxicedrus L.) en un horno específico consistente por lo general en una
caldera central o cámara de cocción, de metal o ladrillo refractario en la
que se deposita el enebro y bajo la cual se acumula el combustible (a menudo
ramas procedentes del propio enebro), para proceder a su cocción, obteniendo
de ella un aceite empleado en el tratamiento de enfermedades cutáneas del
ganado tales como picaduras, sarna o mordeduras.
La
obtención de miera requiere de la tala del enebro, usándose el tocón y parte
gruesa de la raíz. Los tocones y raíces se llevan a cocción en un sencillo
horno en el que las altas temperaturas provocan la exudación de los tocones
y la cocción del exudado para dar lugar a la miera, que se usará
posteriormente con fines veterinarios.
Esta
denominación, sin embargo, se encuentra también relacionada con la industria
resinera y vinculada a un sistema de producción muy similar y que puede
verificarse en hornos de miera. En este caso la resina bruta es sometida a
una cocción de la que resultan dos subproductos, colofonia y trementina; la
trementina puede ser destilada obteniendo de ello esencia de trementina,
también conocida como aguarrás.

Ilustración botánica del juniperus oxicedrus o enebro
de la miera. Fuente: Wikimedia Commons.
Una
industria basada en la explotación de la miera, en cualquiera de sus dos
acepciones, requiere por tanto de abundancia de materia prima, especialmente
en el primer caso pues la obtención de miera de enebro implica la tala del
árbol. En el segundo caso la resina es más fácil de obtener en la comarca,
tanto por la preeminencia del pinar sobre otras especies arbóreas como
porque la obtención de resina requiere del sangrado del árbol, pero no de su
tala.
El auge
de la agricultura y el incremento de la población durante el s. XVIII
debieron suponer en la comarca un notable impacto ambiental, verificado en
un retroceso acelerado del bosque y en una roturación cada vez más acentuada
de tierras marginales que a menudo se explotan en regimenes de barbecho en
ciclos largos, siendo frecuente encontrar en el Catastro rotaciones entre
cultivo y barbecho de tres cosechas en quince años, y aún en veinte y
treinta podemos llegar a encontrar.La presión sobre el espacio cultivable
probablemente comienza a perfilar el paisaje contemporáneo de la Manchuela,
si bien en torno a 1750 es probable que aún existiesen vestigios del bosque
antiguo, un bosque donde cuatro siglos antes el infante Don Juan Manuel
practicaba la caza
Sin
embargo todo parece indicar que a mediados del s. XVIII el paisaje tendía a
abrirse a la agricultura mientras la superficie forestal retrocedía de forma
progresiva pero irreversible configurando el paisaje característico de la
Manchuela actual, pues a la presión de la agricultura se sumaba un segundo
factor, el aprovechamiento maderero con destino a la industria naval, un
aprovechamiento histórico que tuvo ya en época musulmana al río Júcar como
arteria principal para la circulación de leños hacia levante, rumbo a los
astilleros del Mediterráneo. El flujo debió interrumpirse tras la
consolidación de la frontera castellana con el Reino de Valencia, pero a
mediados del s. XVIII la abolición total o parcial de los fueros de la
Corona de Aragón y la forzosa unificación política y administrativa de los
estados peninsulares tras la derrota austracista en la Guerra de Sucesión
abrió de nuevo de par en par las puertas a la circulación de madera rumbo a
una industria estratégica como era la naval. Topónimos como Los Malecones
(aldea de Jorquera, junto al Júcar) son posiblemente debidos a este comercio
fluvial.
Las
exigencias de la industria naval, y en especial de la armada generaban en el
s.XVIII una explotación forestal tan intensa como para que algunas
autoridades e intelectuales del momento planteasen un debate, que sin duda
alguna es aún hoy en día 250 años después tema de preocupación, estudio y
sin duda de rabiosa actualidad: la deforestación peninsular. No es de
extrañar así el lamento del presbítero de Fuentealbilla, D. Antonio Pérez
Montejo, que en 1786 respondía al interrogatorio de Tomás López, geógrafo de
la corte: “Estos montes, que antiguamente estaban poblados de pinos y los
llanos de carrascas se hallan aora desmontados sin leña para el Pueblo ni
abrigo para los Ganados…”
Así las
cosas no es de extrañar que la extracción de miera no sea una industria
común en la comarca, ni que el único horno documentado en el Catastro se
encuentre en Alatoz, localidad que aún hoy en día se encuentra próxima a
zonas boscosas, gracias a su situación en una zona montuosa aún hoy poblada
de pinares y carrascales, que se extiende en las serrezuelas del sur de la
comarca y que separan a esta del Corredor de Almansa.
En
Alatoz, los dos únicos hornos de miera de la comarca, propiedad de Fernando
y Quiteria Martínez producían 48 arrobas de miera en conjunto, cociendo cada
uno tres veces al año, de lo que resulta 8 arrobas por horno y cocción, con
un beneficio neto de 288 reales para cada uno de los productores, lo que
representa un beneficio de 12 reales de vellón por arroba. Más de tres
décadas después la situación en cuanto a la producción de miera en los
pueblos de la actual comarca parece haber cambiado poco, manteniéndose
Alatoz como único centro de producción de miera de enebro, que tal vez por
ello sea considerada “la mas especial que se saca en estos Paises…”

Vista aérea de Alatoz en la actualidad. Fuente: visor SIGPAG.
Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino de España.
Respecto
al tipo de miera obtenida el Catastro aclara poco las cosas al centrarse en
exclusiva en los aspectos fiscales de la producción, sin aclarar el producto
elaborado. Más aclaradora resulta la respuesta dada al interrogatorio de
Tomás López, que da pie a considerar un cierto auge de esta industria al
menos a escala local pues “Ay muchos ornos para sacar el azeite de
Enebro ò Miera…”.
Existe, tal y como sospechábamos un importante condicionante ambiental que
explica el auge de esta industria en Alatoz, pues si hemos de seguir la
relación remitida a Tomás López “ Todo el termino abunda en montañas de
Pinos, Carrascas, Enebros, Sabinas, Romeros y Atochas, por lo que son mui
Cortas sus labores, y de poca molla sus tierras, y no mui fertiles…”
Así pues la abundancia de enebros unida a las dificultades para obtener
rendimiento a la tierra y la escasez de esta se encuentran en el origen de
esta industria local, dirigida a un sector, como el ganadero, de alto
impacto en la economía comarcal de la época.

Localidades de la Manchuela que constan como productoras de
miera de enebro en las respuestas generales al Catastro de la Ensenada.
EL JABÓN
El jabón
es la sustancia química resultante del proceso conocido como
“saponificación”, resultante de la reacción de un alcalí con un ácido graso.
Tal reacción genera jabón y en proporciones menores lejía y glicerina.
Aún es
habitual en la Manchuela la elaboración de jabones caseros cuya receta
básica se fundamenta en la mezcla de grasa de cerdo y sosa cáustica. Esa
grasa de cerdo o “sein” suele proceder de los restos de la orza, almacenados
al efecto de usarlos para la elaboración del jabón. La saponificación
resulta de la combinación del ácido graso aportado por el sebo con la sosa
cáustica, químicamente un hidróxido cáustico cuya fórmula química es NaOH.
El jabón es elaborado en la actualidad en barreños, a menudo en espuertas de
goma donde se deja reposar, y tras solidificarse es cortado en porciones
cúbicas que aún hoy en día se emplean a menudo para lavar tejidos, frotando
enérgicamente el jabón contra el tejido empapado en agua. La formula
original ha sido mejorada para su uso en lavadora, siendo aún frecuente el
empleo de jabones caseros en polvo o aún perfumados.
El jabón
casero tal y como se conoce en la actualidad en la Manchuela es un jabón de
aspecto blancuzco o amarfilado, y textura consistente, poco espumoso y con
un inconfundible olor ácido similar al de la lejía, aunque mucho menos
penetrante y agresivo. Este jabón resulta ser un buen higienizante, si bien
dada su acidez no resulta especialmente adecuado para la higiene personal.
Conocemos la existencia de dos tipos básicos de jabones en la época que nos
ocupa, el jabón blando y el jabón ralo, también conocido como “jabón
prieto”. Las producciones caseras actuales de la Manchuela corresponden
generalmente a este tipo, diferenciado del blando en que este último emplea
la potasa en lugar de la sosa como alcalí, resultando de ello un jabón
pastoso en lugar de sólido.
Durante
el s. XVIII se elaborarán en las localidades de la Manchuela ambos tipos, si
bien parece que el jabón prieto tenga mayor aceptación, siendo Jorquera y
Ves los únicos municipios en los que se declara producir jabón blando en las
dos fuentes que sirven de base a este estudio.
En el
Catastro de Ensenada encontramos hasta cinco calderas para la elaboración de
jabón que se reparten entre los lugares de Alborea (dos calderas) y
Casas-Ibáñez (dos calderas), ambos dentro de la jurisdicción de la villa de
Jorquera, villa en la que encontramos la caldera restante. De las cinco
calderas, cuatro se dedican a la producción de jabón duro
En
Alborea las calderas son propiedad de Andrés Arce, que obtiene de ella un
beneficio de 100 reales, descontados gastos y el abono al administrador,
residente en Cuenca, del elevado impuesto que gravaba en época moderna la
producción de jabón y que en este caso se eleva a la desorbitada cifra (en
relación con el beneficio neto obtenido) de 450 reales de vellón. Idéntico
balance nos ofrece la caldera propiedad de Bartolomé Bolinches, también en
el lugar de Alborea.
Las
calderas de Casas-Ibáñez son propiedad de Juan Pardo, que obtiene una
relación más ajustada entre beneficio neto e impuesto satisfecho, pues gana
400 reales y debe satisfacer 770 en concepto de “derecho del jabón ralo”
Finalmente en Jorquera, la única caldera de la villa es propiedad de Pedro
Mínguez, que la dedica a la producción de jabón blando y que pese a las
quejas “tiene poco consumo por ser común gastarlo en la Villa de Losas”
(entendemos,
“de losas” como jabón duro, por analogía) resulta ser la más rentable de
cuantas se declaran al proporcionar 500 reales a su propietario.
Proporción entre beneficio neto e impuesto satisfecho por
“derecho del jabón” en Alborea(izquierda) y Casas-Ibáñez (derecha).
Las
desiguales respuestas dadas al interrogatorio de Tomás López nos dificultan
el seguimiento de esta producción a través de nuestra segunda fuente de
referencia. En la respuesta de la Villa de Ves encontramos que se produce
jabón blando, por parte de particulares y que parte de la producción se
vende fuera de la villa, sin más datos sobre el volumen de producción o el
rendimiento obtenido. Referencias a la producción de jabón en la misma
fuente encontramos también en las Navas de Jorquera.

Vista del antiguo arrabal de la villa, en el núcleo histórico
de la Villa de Ves, hoy Barrio del Santuario.
Las
razones de esta escasez de referencias pueden deberse, más que a un declive
de esta producción a la propia naturaleza de la misma, pues la elaboración
de jabón no requiere de grandes infraestructuras (un barreño y una vara para
remover bastan) y la fórmula bien pudo ser de dominio público. De este modo
no sería ilógico que cada casa pudiese elaborar jabón en la medida de sus
necesidades, eludiendo el coste de su compra y el pago de los impuestos que
lo gravaban. Además, esta producción, en manos de particulares que
elaboraban pequeñas cantidades a escala local, acaso fuese muy poco
relevante y demasiado cotidiana como para ser mencionada en las respuestas a
un interrogatorio cuya cumplimentación no dependía sino de la disposición y
buena fe del párroco de la villa o lugar correspondiente, siendo frecuente
en las respuestas que estas no se ciñan al cuestionario planteado o
enfaticen unos aspectos eludiendo otros a criterio del informador.

Localidades
de la Manchuela que constan como productoras de jabón en las respuestas
generales al Catastro de la Ensenada.
EL AGUARDIENTE DE VINO
El
aguardiente de vino es una bebida destilada del pellejo de la uva, obtenido
mediante el calentamiento del mismo, previa fermentación, en un alambique o
alquitara. El diferencial entre la volatilidad del alcohol y otros elementos
provoca que este, más volátil, se vaporice junto con una parte del agua
dando lugar a un licor transparente con un volumen de alcohol que suele
oscilar entre los 20 y los 40 grados, si bien es posible elevar esa cifra
hasta los 70º si el producto no es “rectificado” con posterioridad a la
destilación.
No
tenemos una descripción de las técnicas empleadas, si bien la elaboración
tradicional requiere del empleo de un alambique o alquitara en cuya caldera
se depositará un porcentaje de agua para facilitar la cocción y los orujos
de uva, que llenaran la caldera, sin apelmazarlos ni prensarlos en exceso
para facilitar la circulación del vapor. La caldera debe calentarse con
calor constante y sostenido, sin picos de calor o enfriamientos de forma que
el vapor de alcohol junto con vapor de agua recorra el alambique hasta
alcanzar un serpentín sumergido en una cubeta con agua fría, donde el vapor
se condensa para caer licuado al recipiente donde se recogerá el licor. El
proceso, si bien es sencillo, requiere de cierta precaución y experiencia
pues un tratamiento inadecuado de los orujos puede desencadenar la presencia
de alcohol metílico (CH3OH), que aunque pasa desapercibido a la
vista y el gusto cuenta con una elevada toxicidad, pudiendo provocar daños
irreversibles al sistema nervioso; por idéntica razón es necesario desechar
el primer aguardiente obtenido en la cocción, al igual que el obtenido al
final de la misma, en este caso, por su baja calidad.
Tenemos
noticias verbales sobre la existencia en la Manchuela de una tradición tanto
de destilados alcohólicos como de destilación de aceites esenciales por
medio de alambiques portátiles operados por destiladores itinerantes. Esta
tradición no es ajena al resto de la península y mantuvo su vigencia en
algunos puntos de esta, especialmente en el noroeste, hasta la entrada en
vigor de la ley 48/1985 de 23 de diciembre, por la que se prohibía la
destilación de alcohol mediante alambiques itinerantes.
La
información obtenida sin embargo no hace referencia a la existencia de
alambiques portátiles en el s. XVIII, si bien esta ausencia no sirve para
concluir la inexistencia de esta práctica pues, dado el carácter itinerante
de la actividad, bien pudo haberse desarrollado de forma clandestina o ser
practicada por los propios destiladores declarados, de hecho el Catastro no
menciona la forma de producción, tan solo la posesión de unas “calderas de
aguardiente”, que bien pudieron emplearse como calderas portátiles
llevándolas cada destilador a distintas localidades.
En las
localidades estudiadas encontramos un total de diez calderas para la
producción de aguardiente, concentradas en las localidades de Alborea,
Casas-Ibáñez y Mahora. En Alborea estas se encuentran en manos de Bernabé
Herrero, que obtiene de ella 200 reales de beneficio y de Pedro de la
Cuesta, que gana 300 reales con su producción, además hay que contar la que
obra en poder de Dña. Juana de Elorriaga, que no la explota con fines
comerciales pues “ las destina al gasto de su casa.
En Casas-Ibáñez las cuatro calderas declaradas y destinadas todas a la
destilación comercial, obran en poder de Martín Cebrían, Juan Pardo, Benito
Pardo y Damián García, obteniendo todos ellos 90 reales como producto de su
actividad, sin desglosar en el caso de los tres últimos si se trata de
redimientos netos o brutos. En Mahora se concentran los alambiques más
rentables de cuantos se declaran: Pedro Mínguez y Lorenzo López obtienen un
beneficio neto de 400 reales cada uno de sus respectivos alambiques mientras
que Ignacio García, también en Mahora ha de conformarse con 150 reales
netos. ”

Comparativa
de los rendimientos declarados para cada destilador en las respuestas
generales al Catastro de la Ensenada.

Comparativa
del beneficio en reales obtenido por las destilaciones en las localidades de
Alborea, Casas-Ibáñez y Mahora sobre el conjunto de los tres lugares.
En
general todos estos destiladores parecen destilar por encargo, cobrando por
sus servicios como parece indicar el caso de Martín Cebrián, cuyos 90 reales
de ganancia se desdoblan en dos apartados: 60 por la destilación de 20
calderas al año, a razón de 3 reales por caldera y 30 reales que le renta la
venta de aguardiente al por menor. En este caso las respuestas generales del
Catastro sí nos ofrecen un desglose de la relación entre ingresos y gastos,
obteniendo el destilador 2 reales de beneficio neto por caldera, por uno de
gastos.
No
podemos saber, a partir de las respuestas generales del Catastro, en que
medida estas seis calderas destinadas a la destilación comercial alcanzaban
a cubrir el consumo comarcal si bien se nos antoja un número insuficiente y
que a lo sumo alcanzaría a responder a la demanda local o de localidades
circundantes, más aún si hacemos caso a la afición por el aguardiente que se
imputa a los vecinos de algunas localidades como causa de su mala salud, así
referido a Villamalea sabemos que “suele acontecer en las gentes pobres,
ser acometidas de dolores de costado... a que aiuda no poco el excesivo uso
del vino, y aguaardiente...”
Es también curioso que las diez calderas se concentren en localidades de la
llanura manchuela y no se haga mención alguna en ninguna otra población,
siendo el consumo de aguardiente algo generalizado, acaso por la facilidad
para acceder al orujo de uva en una zona propicia para el cultivo de la vid
como es la llanura manchuela. Un somero repaso a las ordenanzas de Jorquera
de 1721 tampoco aporta regulación alguna, ni disposición alguna sobre esta
actividad lo cual no debe sorprender, pues es norma en las ordenanzas
comarcales estudiadas que no existan disposiciones referidas a actividades
industriales o artesanales, algo que Almendros Toledo interpreta como
revelador de “la escasa implantación de estas en el término, o tal vez
porque cada lugar y gremio tenía las suyas propias”.
Es posible que la existencia de pequeños productores haya pasado
desapercibida, reflejándose en el Catastro solo algunos de los destiladores
o los que habían alcanzado mayor notoriedad. Si, tal y como sospechamos, las
destilación se practicaba en alambiques portátiles, no sería de extrañar que
esta producción se haya mantenido oculta, ya sea por omisión intencionada o
involuntaria.
Finalmente y respecto al instrumento empleado en la destilación, el Catastro
suele emplear el término “calderas” o “calderas bollas”, sin atrevernos a
precisar si el término se refiere a un alambique o a su forma arcaica, la
alquitara. Alambique como tal es el término empleado en las respuestas del
lugar de Mahora, localidad en la que se obtiene un beneficio mayor por esta
actividad que en cualquier otra; esta diferencia de rendimiento a favor de
Mahora frente a Alborea y Casas-Ibáñez, lugares en cuyas respuestas al
catastro se emplea el término caldera, no alambique, podría ser reveladora
de la coexistencia de ambos instrumentos en la Manchuela dado que el
alambique permite la obtención de un mayor rendimiento útil que podría
revertir en un mayor beneficio; al respecto, sin embargo, es necesario
precisar que la ausencia de datos detallados sobre el volumen de producción,
precios de venta y coste de los productos necesarios para la destilación
hace imposible determinar en base a las respuestas generales del Catastro si
el mayor beneficio obtenido en Mahora es revelador del empleo de alambiques
y no alquitaras en esta población o en las restantes o si es debido a otras
causas plausibles tales como un mayor volumen de producción o menores costes
para el abasto de materias primas, circunstancias estas que, por si solas,
bastarían para proporcionar un mayor beneficio neto a los destiladores.

Localidades de la Manchuela que constan como productoras de
aguardiente en las respuestas generales al Catastro de la Ensenada.
LOS HORNOS DE PAN COCER
En una
economía eminentemente agropecuaria y en una sociedad en la que el pan y
otros productos derivados de cereales constituían la base de la
alimentación, el horno de pan representa un elemento fundamental para la
economía doméstica y para el abasto de la población.
Fernández Serrano y Valiente Pelayo documentan en la comarca tres tipos de
horno:
- Rupestre: consiste en un
vaciado en una ladera o talud, que se reviste de mampostería. Representa
el tipo más básico de horno del que aún puede verse algún ejemplo en la
ribera del Júcar y en las inmediaciones de la central hidroeléctrica “El
Bosque”, próximo a lo que fuera el casalicio del molino de Don Benito,
actualmente en término de Casas de Ves.
- Cuadrangular: formado
por una base cuadrangular “poyo” del que toma la denominación de “horno de
poya” cuya superficie se reviste de ladrillo refractario y de la que
arranca la cubierta que conforma la cámara de cocción, conocida como
“capilla”. En la base o “poyo” se puede dejar un nicho que sirve para
almacenar utensilios. leña o alimentos. Las ruinas de varios de ellos aún
pueden observarse en diversos despoblados tales como Las Albarizas (Casas
de Ves) o el núcleo histórico de la Villa de Ves (hoy denominado Barrio
del Santuario) entre otros.
- Circular: en esencia
similar al anterior, con la salvedad de que su planta es circular. Puede
contemplarse un ejemplo en el Balneario de los Baños de la Concepción de
Villatoya.
Tenemos
constancia en relación con la comarca de la existencia de hornos privados
hasta mediados del pasado siglo. El horno, sin embargo, representaba una
inversión pues había de ocupar una estancia de la vivienda o espacio en el
porche o patio, ocupando un espacio que había de detraerse a otros usos. Es
por ello que el horno no se encontraba presente en cada vivienda,
practicándose una suerte de alquiler previo pago en especies según el cual
los vecinos podían acudir a cocer al horno privado doméstico dejando al
propietario una parte del producto horneado como compensación.
No nos
ocupa aquí sin embargo el horno particular, sino aquellos hornos explotados
con fin comercial y abiertos como infraestructura pública a cuantos vecinos
quisiesen hacer uso de ellos abonando la tasa correspondiente.
En el
Catastro declaran tener horno de pan cocer las villas de Alcalá del Júcar y
Jorquera y los lugares de Cenizate, Navas de Jorquera y Villamalea, (con dos
hornos), todos en término de la villa de Jorquera.
De los
seis hornos declarados dos se encuentran en poder de instituciones pías o
religiosas, tal es el caso del horno de pan cocer de la Navas, propiedad de
la iglesia parroquial y del de Cenizate, propiedad de la Memoría de las
Ánimas. Los hornos de Jorquera y Villamalea se declaran como propiedad de la
villa y del “común y concejo”. No encontramos mención al propietario de los
restantes hornos, si bien el de Alcalá parece ser también propiedad del
concejo pues el beneficio revierte a la villa “goza esta vª un horno de
pan cocer…que en cada año le rinde por quinquenio 800 Rs”
El
régimen de explotación se realiza por arrendamiento de la infraestructura a
un vecino, siendo la subasta probablemente el método empleado tal y como
indican las declaraciones de Alcalá y Villamalea. El arrendamiento no
necesariamente se establece en ciclos anuales, tal es el caso de Alcalá y
Villamalea, que declaran sus rendimientos anuales por quinquenio mientras
que Cenizate, Jorquera y las Navas de Jorquera declaran el arrendamiento
anual sin dar mayores detalles sobre el particular.
El
horno, en su condición de infraestructura necesaria para la elaboración de
cereal fue históricamente importante fuente de rentas feudales. En este
sentido, la propiedad del horno estuvo en tierras castellanas vinculada al
fuero otorgado a las distintas villas, recibiendo las concernidas en este
apartado, Jorquera y Alcalá del Júcar, cartas pueblas derivadas del Fuero de
Cuenca; las dificultades para poblar unas tierras que fueron durante largo
tiempo víctimas de la permeabilidad de la frontera difusa y móvil que
delimitaba el avance castellano hacia el sur hacían aconsejable otorgar a
las localidades de esta zona, a duras penas pobladas entre los s. XIII-XIV y
esquilmadas por razzias y algaradas, de ciertas ventajas que alentasen su
repoblación y el resurgir de su desmantelada economía, siendo una de las
ventajas de la foralidad conquense el que los inmuebles urbanos
perteneciesen a los vecinos y se encontrasen fuera del ámbito señorial.
Si bien la mayor parte de la comarca se vio incorporada a realengo tras la
derrota marquesal ante la Corona en 1480 en la llamada “Guerra del
Marquesado”, uno de los conflictos colaterales de la Guerra Civil
Castellana, el extenso territorio del llamado “Estado de Jorquera”, junto
con Alcalá del Júcar y su alfoz se mantuvieron en poder del Marqués, por lo
que sus derechos a lo largo del tiempo solo se vieron afectados en la medida
en que cada villa negociase u obtuviese del marqués mercedes y privilegios.
La situación de los hornos por tanto, en las localidades que nos ocupan, no
se vio alterada por la violenta demolición del poder marquesal.
No
sabemos en que medida en la década de 1750 fuera obligatorio acudir a cocer
al horno de la villa, si bien esto parece muy poco probable, aunque sí fuera
monopolio del concejo el conceder licencias para la apertura o arrendamiento
de tales infraestructuras; la ausencia de hornos declarados en buena parte
de las aldeas y lugares cuyos libros de respuestas conservamos hace pensar
que en esas localidades sin horno público, el pan y otros productos se
cociesen en hornos particulares, posiblemente, tal y como comentábamos más
arriba, a cambio de una contraprestación en especie, en el caso de aquellos
que por carecer de horno hubiesen de acudir al de un vecino.
Las
respuestas generales de las distintas villas y lugares manchuelos nos
ofrecen una vista general de la gestión de estos hornos. En 1752 son
arrendatarios de los mismos Andrés Jiménez López, en Alcalá del Júcar, Juan
y Alonso Rupérez en Cenizate, Pedro Mínguez y Roque Gómez en Jorquera y
Francisco Fajardo en las Navas de Jorquera; Villamalea no hace constar a los
arrendatarios de sus dos hornos. Como vemos existen casos como los de
Cenizate y Jorquera en los que existen dos arrendatarios, probablemente
asociados a efectos de poder sumar sus ofertas en la subasta pública para
presentar una oferta más competitiva al concejo por el arrendamiento del
horno; el caso de Jorquera es complejo pues en su confusa declaración
aparece mencionado tras la relación de ingresos y gastos de los dos
primeros, un tercer arrendatario, Joaquín López como poseedor de 1/3 de la
tasa de “pan de poya” cuyo montante total desconocemos pero que le supone un
beneficio neto descontados todos los gastos de 150 reales al año, este
Joaquín López es también arrendatario del horno por valor de 350 reales; en
este caso, más que una omisión sugerimos que se trate del hornero pues a
diferencia de los dos primeros, que cuentan entre sus gastos con la leña,
este tercer arrendatario suma a su debe utensilios propios del hornero tales
como “los gastos de palas y otras cosas”
Parece ser por tanto que Jorquera no solo retenía para sí el derecho a
subastar la gestión del horno, sino el propio cargo de hornero o bien que un
acuerdo particular entre tres vecinos asociados para competir en la subasta
de un horno cuyo arrendamiento suponía la nada despreciable cifra de 1450
reales, dejase al inversor más débil con la responsabilidad de quedar al
cargo del horno a cambio de realizar una inversión menor en la subasta.
Los
arrendatarios no son siempre operarios en los hornos por ellos arrendados.
Al menos en el caso de Cenizate el horno funciona bajo la supervisión de una
hornera, María Blasco, que recibe 600 reales por su trabajo. En este caso el
salario de la hornera corre igualmente a cargo de la tasa cobrada por los
arrendatarios en concepto de “poya” o “pan de poya”. Confuso es el caso de
Jorquera, por la existencia de ese tercer arrendatario, ya mencionado que
parece correr con gastos materiales propios de la actividad del hornero.
Los
gastos de arrendamiento y beneficios son variados, Jorquera es, con
diferencia, el más caro, al suponer el arrendamiento un total de 1450
reales; Alcalá del Júcar supone 800 reales “al año por quinquenio”,
Cenizate lo sigue a muy notable distancia con 400 reales, en Navas de
Jorquera este arrendamiento monta un total de 80 reales y Villamalea no
ofrece ese dato en sus declaración. Los beneficios netos obtenidos por los
arrendatarios son variados y así los arrendatarios de Jorquera suman 800
reales, Cenizate rinde 600 a los arrendatarios, (con otros 600 que percibe
la hornera, lo que lo convierte con diferencia en el más atractivo por
volumen de negocio en relación con los gastos) en Alcalá se llega a los 300
y en las Navas de Jorquera se alcanza también la cifra de 300 reales netos.
Los dos hornos de Villamalea suponen 750 reales brutos respectivamente, pero
la declaración de esta localidad no ofrece datos sobre el rendimiento neto.

Proporción
entre coste del arrendamiento y beneficio neto obtenido, (de izquierda a
derecha) en los hornos de Alcalá del Júcar, Cenizate. Jorquera y las Navas
de Jorquera según sus respectivas respuestas generales al Catastro de la
Ensenada.
La
explotación de los hornos pertenecientes a instituciones religiosas resulta
claramente más rentable para el arrendatario que la de los hornos
concejiles, cuya rentabilidad final resulta comparativamente poco atractiva,
lo que sugiere que las condiciones mediante las que se accede a gestionar un
horno del concejo son notablemente más restrictivas que las necesarias para
gestionar un horno que dependa de la fábrica parroquial. En cualquier caso
parece evidente que existe un mayor celo por parte de las autoridades
municipales a la hora de obtener beneficios del arrendamiento de estas
infraestructuras y ello a pesar de que el horno parroquial de las Navas de
Jorquera suponía en torno a 1637 el 7.85% de los ingresos de la fábrica
parroquial, aunque el horno fue perdiendo rentabilidad hasta el punto de que
los arrendamientos comiencen a descender a partir de 1659, quedando
ocasionalmente fuera de uso.

Localidades
de la Manchuela que declaran hornos públicos de pan en las respuestas
generales al Catastro de la Ensenada.
LOS TEJARES
La teja
es elemento imprescindible para la construcción. En la arquitectura popular
de la Manchuela el tipo empleado es el “moruno” o “árabe”, una teja cóncava
que se emplea indistintamente como teja, contrateja o gárgola, aparte de
cómo elemento arquitectónico para componer el alero integrando tejas o
medias tejas en la pared para formar el saledizo. Con el pragmatismo y
espontaneidad que son propios de la arquitectura popular, la teja es
empleada secundariamente para reforzar las bardas de los corrales, para
componer alcorques, canalizar el agua o con cualquier otro uso para el que
se les pueda encontrar utilidad.
Las
particularidades de las construcciones populares y el empleo en las
cubiertas de materiales sensibles al agua tales como cañas o esparto
implicaban la necesidad de mantener el tejado en perfectas condiciones, para
evitar las temidas y perjudiciales goteras y la ruina de la construcción. De
esta forma no solo se debía mantener una vigilante atención a la fijación de
las tejas, que en caso de desplazarse por efecto de la lluvia o el viento
podían dar pie a la formación de goteras sino que, además, debía prestarse
especial atención a su conservación, debiendo sustituir periódicamente las
tejas deterioradas.
La teja
por tanto tenía una demanda constante, tanto para la construcción de nuevas
viviendas, la restauración de las arruinadas como para atender al
mantenimiento de las restantes.

Tejado
deteriorado en una casilla próxima a la Villa de Ves.

Panorámica de la villa de Alcalá del Júcar, con sus tejados
en primer plano.
Por
tanto no es de extrañar la existencia de tejares por los pueblos de la
comarca a lo largo de su historia, tejares que además podían atender a otras
producciones como adobes o pavimentos. Sustituidas en la actualidad por
producciones industriales, aún se guarda en la comarca memoria de estas
actividades, e incluso el vestigio de fábricas locales, hoy cerradas, como
la recientemente demolida, que se ubicó junto a la carretera de Alcalá en la
localidad de Casas-Ibáñez.
La
producción artesanal de teja requería del empleo del instrumental preciso,
moldes para cortar el barro a su justa medida y hormas para darle la forma
adecuada. Como toda producción cerámica la elaboración de la teja requería
de una adecuada preparación del barro a fin de tamizarlo para obtener la
consistencia debida y evitar el agrietamiento o deformación de las piezas
durante la cocción. La cocción tradicional podía verificarse en hornos
cerámicos de tiro vertical, mediante cocción oxidante; era conveniente
evitar una excesiva oscilación térmica si bien y en tanto no supusiese una
oscilación excesiva que provocase roturas, esto era menos importante que en
el caso la cerámica de mesa, que a diferencia de la teja debía cumplir unos
requisitos estéticos. La composición química de las tierras empleadas y la
cocción conferían a la teja su aspecto rugoso y una variedad de colores
entre el amarillo y el rojo. Todas estas labores requerían de espacio y
abundancia de agua y leña y así, por razones de seguridad y espacio era
normal que los tejares se estableciesen en las afueras o inmediaciones de la
población.
Las
respuestas generales al Catastro de la Ensenada nos manifiestan la
existencia de tejares en las localidades de Alatoz, Jorquera y Madrigueras,
el tejar de Madrigueras es propiedad de la Cofradía de Nuestra señora de la
Concepción, siendo los de los otros dos pueblos propiedad de particulares de
forma tal que el de Alatoz es un negocio familiar regentado por Vicente
Leandro, vecino del lugar mientras que el de Jorquera queda en manos de una
componente de la nobleza de la villa, Dña. Petronila Abellán, que lo
arrienda a Jerónimo de Alcalá, vecino del lugar de Abengibre.
Así pues
encontramos tres tejares que obedecen a tres modelos diferentes de
explotación: el de Madrigueras pertenece a una institución religiosa, que
presumiblemente lo arrienda tras sacarlo a pública subasta, dato que no nos
ofrecen las respuestas al cuestionario catastral; también en régimen de
arrendamiento es explotado el tejar de Jorquera, si bien en este caso no es
propiedad de una institución, sino de una componente de la nobleza local y
un tercer modelo de gestión, el de Alatoz, en el que el tejar es propiedad
del propio tejero, que lo gestiona como un negocio familiar con
participación de su hijo.
Los
volúmenes de negocio no son comparables a los de otras actividades
estudiadas en el presente trabajo. El tejar de Madrigueras produce 100
reales a la Cofradía, probablemente netos y fruto del arrendamiento, sin
otras indicaciones sobre el volumen de negocio o los rendimientos obtenidos
por el arrendatario; en Jorquera el arrendamiento se establece también en
100 reales, rindiendo otros 100 al arrendatario, Jerónimo de Acalá, por dos
hornadas de teja al año; en Alatoz el rendimiento del negocio se cifra en
400 reales, a razón de 200 por cada una de las dos hornadas anuales. En
ninguno de los casos hay indicación sobre si el beneficio es neto o bruto si
bien es probable que se trate de rendimientos netos, por cuanto los gastos
probablemente fuesen mínimos al poder abastecerse de leña y barro
directamente del terreno, sin otros gastos de producción.
Finalmente conviene destacar como la naturaleza molesta de esta producción y
la conveniencia de tener el tejar cerca de la materia prima conducen a que
estos se emplacen a cierta distancia de las poblaciones. Nada indican las
respuestas catastrales sobre el emplazamiento del de Alatoz pero sí que el
de Madrigueras se encuentra a “un quarto de legua de la Poblazion”
y el de Jorquera “en el partido de las Rochas”.
La presencia de hornos en zonas pobladas representaba una evidente molestia
para el vecindario, por el continuo trasiego de leña para su abasto, además
de las molestias ocasionadas por humos y olores; a las molestias se añadía
el riesgo de incendio por las acumulaciones de leña seca, además si el
horno, como era frecuente, se encontraba en el interior de un inmueble, la
salida de humos, verificada a través del tejado constituía un cierto riesgo
de incendio por salida de pavesas o sobrecalentamiento de los materiales
inflamables de las cubiertas. Un ejemplo de las molestias ocasionadas por el
horno lo encontramos en el pleito sostenido por Gabriel de Monteagudo contra
la parroquial de las Navas de Jorquera por la presencia del horno de pan de
esta en un inmueble contiguo a la casa de este vecino y que el propio vecino
resolverá mediante la expeditiva resolución de edificar un horno nuevo en
una ubicación diferente con cargo a su propio bolsillo.
En el caso de los tejares además, la necesidad de mover y almacenar tierras
hacía aconsejable ubicarlos en zonas abiertas y próximas a los puntos de
captación, lo que a su vez ahorraba el coste y esfuerzo de los portes; se
necesitaba además, como en toda actividad cerámica, disponibilidad de agua e
igualmente convenía poder disponer de cierto espacio al aire libre para
desarrollar las labores de decantación, tamizado, modelado y secado, espacio
del que no se disponía en el núcleo de población.

Localidades
de la Manchuela que declaran tejares en las respuestas generales al Catastro
de la Ensenada.
TABLAS
PRODUCCIÓN DE MIERA DE
ENEBRO |
|
LOCALIDAD |
PROPIETARIO |
PRODUCCIÓN ANUAL |
BENEFICIO POR ARROBA |
|
|
|
|
Alatoz |
Fernando Martínez |
24 arrobas |
12 reales/arroba |
Alatoz |
Quiteria Martínez |
24 arrobas |
12 reales/arroba |
PRODUCCIÓN DE JABÓN |
|
|
|
|
LOCALIDAD |
PROPIETARIO |
BENEFICIO |
IMPUESTO |
|
|
|
|
Alborea |
Andrés Arce |
100 reales |
450 reales |
Alborea |
Bartolomé Bolinches |
100 reales |
450 reales |
Casas-Ibáñez |
Juan Pardo |
400 reales |
770 reales |
Casas-Ibáñez |
Juan Pardo |
Jorquera (1) |
Pedro Mínguez |
500 reales |
No consta |
Navas de Jorquera
* |
Sin datos |
Sin datos |
Sin datos |
Ves (1) * |
Sin datos |
Sin datos |
Sin datos |
(1) Producen jabón blando.
* Mencionados en las
Relaciones... de Tomás López
DESTILACIÓN DE AGUARDIENTE |
|
|
|
LOCALIDAD |
PROPIETARIO |
BENEFICIO |
|
|
|
Alborea |
Pedro de la Cuesta |
300 reales |
Alborea |
Dña. Juana de
Elorriaga |
Para su propio
consumo |
Alborea |
Bernabé Herrero |
200 reales |
Casas-Ibáñez |
Martín Cebrían |
90 reales |
Casas-Ibáñez |
Damián García |
90 reales |
Casas-Ibáñez |
Benito Pardo |
90 reales |
Casas-Ibáñez |
Juan Pardo |
90 reales |
Mahora |
Ignacio García |
150 reales |
Mahora |
Lorenzo López |
400 reales |
Mahora |
Pedro Mínguez |
400 reales |
HORNOS DE PAN COCER |
* En relación con Villamalea se expresa
el volumen de negocio bruto. |
|
|
|
|
LOCALIDAD |
ARRENDATARIO |
PAGA DE ARRENDAMIENTO |
BENEFICIO NETO* |
|
|
|
|
Alcalá del
Júcar |
Andrés
Jiménez López |
800 reales |
300 reales |
Cenizate |
Juan y
Alonso Rupérez |
400 reales |
600 reales |
Jorquera |
Pedro
Mínguez y Roque Gómez (2/3 del pan de poya) Joaquín López (1/3 del pan
de poya) |
1450 reales |
800 reales |
Navas de
Jorquera |
Francisco
Fajardo |
80 reales |
300 reales |
Villamalea |
No consta |
No consta |
750
reales* |
Villamalea |
No consta |
No consta |
750
reales* |
BIBLIOGRAFÍA
Almendros Toledo, J.M. (1989); Ordenanzas
municipales de la ribera del Júcar. Villa de Ves (1589) y Jorquera (1721),
Albacete.
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(1987); Relaciones Geográfico-Históricas de Albacete (1786-1789) de Tomás
López, Albacete.
Fernández Serrano, G. Valiente Pelayo, J.L
(2005); Arquitectura rural tradicional en la comarca de la Manchuela. La
arquitectura civil y popular, Albacete.
Ferrer Pérez, V. (2000) Los montes
valencianos al final del antiguo régimen: política forestal y
aprovechamientos de la cubierta vegetal, tesis doctoral.
García Moratalla, P.J. (2001);
Aproximación al culto y religiosidad rural en Navas de Jorquera durante el
antiguo régimen (1623-1724), Albacete.
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del Señorío de Villena en la baja edad media, Albacete.
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Negro Marco, L. (2006); “El enebro, el árbol
totémico de los pastores altoaragoneses” en Temas de antropología
aragonesa, Zaragoza.
Pelín Martínez, P.P. (2002); “La resinera de
Fornes” en Anuario etnológico de Andalucía 2001-2002, Sevilla.
NOTAS
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